domingo, 4 de diciembre de 2011

Livia Drusa Augusta 57 AC— 29 DC,

Tercera esposa de Augusto. Hija de Marco Livio Druso Claudiano, muerto en la batalla de Filipos. Se casó en primeras nupcias con Tiberio Claudio Nerón, a quien dio dos hijos: Tiberio Claudio Nerón, futuro emperador, y Druso, gran general. Fue abuela de Germánico y Claudio, bisabuela de Calígula y Agripina la Menor y tatarabuela de Nerón. Fue deificada por Claudio y recibió el título de Augusta, después de que Tiberio se negase a hacerlo y a ejecutar su testamento, tarea que fue llevada a cabo por Calígula.

El matrimonio entre Livia y Cesar Augusto se mantuvo durante 52 años, a pesar del hecho de que no tuvieron hijos, y ella siempre disfrutó del privilegio de ser la consejera de confianza de su esposo. A pesar de su riqueza y de su poder, Augusto y su familia siguieron viviendo modestamente en su casa del Palatino. Livia fue el paradigma de la matrona romana: nunca llevó excesiva joyería ni vestidos pretenciosos, se ocupó de las labores domésticas y de su esposo -en ocasiones tejiendo ella misma sus ropas-, aunque intervino activamente en política, siendo considerada la mano derecha del emperador Augusto. En el 35 AC, Augusto permitió a Livia administrar sus propias finanzas y le dedicó una estatua pública. Livia tuvo su propio círculo de clientes y colocó a muchos de sus protegidos en puestos oficiales, incluyendo al abuelo de Otón y al mismo Galba. A la muerte de su esposo, Livia logró que Tiberio, su hijo mayor, fuese investido emperador, tras las sospechosas muertes de otros miembros de la familia imperial. Sin embargo cuando murió, Tiberio recibió la noticia con frialdad, y no sólo no asistió a sus funerales, sino que prohibió que se le rindieran los honores correspondientes. Fue Claudio quien la convierte en diosa, la sociedad romana ya la consideraba así. En la película se da a conocer esta imagen de mujer malvada, basada en la novela "Yo, Claudio" de Robert Graves, Livia es uno de los personajes principales. A lo largo de la novela, es mostrada como un personaje frío y calculador que recurre a todo tipo de estratagemas para alcanzar sus objetivos que se resumen en conseguir que su hijo Tiberio suceda a Augusto como emperador. El narrador de la historia, Claudio, la incrimina por múltiples asesinatos, la mayoría de ellos por envenenamiento, entre los que se encontraría el del propio Augusto. Las sospechas del narrador se confirman cuando se lo confiesa poco antes de morir, cuando alegó que existía una necesidad de los mismos para evitar que Roma entrase de nuevo en una guerra civil, y le pide a Claudio que la proclame diosa para librarse de las torturas del Infierno.
Una lectura que rescata su verdadera dimensión:

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